viernes, 6 de julio de 2018

La advocación de la Virgen de Nuestra Señora de Aránzazu en Antioquia

Las cofradías o hermandades que operaron en América eran asociaciones constituidas para el impulso de la Fe Católica, obtener indulgencias, seguir una advocación y ejercer la piedad y caridad en aquellos territorios donde se instalaron o concentraron los inmigrantes europeos que vinieron durante la era de dominación española. Además de esto estas se convirtieron en un factor de cohesión  y auto-protección al convertirse en sociedades de beneficencia e integrar en estas instituciones a individuos de un origen geográfico casi siempre localizado, que seguían a un santo o patrono con el que se identificaban. Este es el caso de la Cofradía de Nuestra Señora de Aránzazu, la que fue instalada por vascos en distintos lugares del continente.
Sobre este tipo de fundaciones sabemos que la más antigua de todas fue la establecida en Lima en 1612, cuando el creciente número de vascos residentes en esta capital, obligó a crear formas de sociabilidad que los agruparan y congregaran en una hermandad bajo las advocaciones del Santo Cristo y la Virgen de Nuestra Señora de Aránzazu. En Nueva España también existieron hermandades y sociedades de la Virgen vasca, por ejemplo la establecida en la ciudad de México que data de 1681, y en otros sitios del virreinato como: Guadalajara, Puebla de los Ángeles y Zacatecas.
La aparición de cofradías en Antioquia data de principios del siglo XVII, las cuales fueron realizadas en especial para la propagación de la Fe católica entre las comunidades autóctonas. Estas entidades vinieron en aumento para mediados del siglo XVIII pues por estas fechas operaban al menos dieciocho de ellas. Entre las más conocidas tenemos en Medellín a las Cofradías de la Santa Cruz y de Nuestra Señora de los Milagros, y la del Santísimo Sacramento en la ciudad de Antioquia. 
Como se ha mencionado la mayor parte de estas asociaciones se fundaron para la evangelización de la población autóctona y poco se sabe de la creación de organizaciones piadosas que hayan congregado a individuos dependiendo de su adscripción regional.  Encontramos por ejemplo, para el caso del Norte de la Península Ibérica, una hermandad en la que entre sus principales benefactores  encontramos a vascos y cántabros. Se trata de la Cofradía de la Virgen María, fundada a finales del siglo XVIII en la ciudad de Zaragoza. En la que se observa la participación de algunos vascos como Juan de Ugarte y Manuel de Urbina, además de otros de origen cántabro como lo son: Melchor Sáenz, Luis Palomino y Toribio Soberón. Entre ellos igualmente encontramos a un individuo que se le acusa de francés llamado, Juan de San Germán, este figura como anfitrión del capitán Ugarte y aparte de  sus conexiones es posible su origen vasco debido a que este apellido aparece como oriundo de Guipúzcoa, desde donde se habría extendido al resto de la península y del continente europeo en general.
se hace más que llamativo que se sabe poco sobre la existencia de cofradías integradas sólo por vascos  en los casos de Antioquia, Cartagena, Popayán, Quito y Santafé, y que esta práctica asociativa por vínculos regionales y devocionarios aparezca primero en las capitales virreinales, es decir: Lima y Méjico. Pues es sabido que los súbditos del Imperio español solían conformar grupos de paisanaje como en el caso de la ciudad de Méjico en la que separadamente la mayor parte de los vascos solían adherirse a la cofradía de Nuestra Señora de Aránzazu, mientras que los montañeses (cántabros y burgaleses) se adscribían a la veneración del Cristo de Burgos. 
Pero volviendo al caso de Antioquia tenemos que el hecho que no existan estatutos y una fundación formal de estas hermandades regionales no quiere decir que no estuvieran presentes en la sociedad. Por el contrario, la información constataría en el caso del culto a Nuestra Señora de Aránzazu que este fue introducido por vascos, especialmente guipuzcoanos, que inmigraron a la región desde el siglo XVI. 
Por ejemplo, uno de los primeros registros que se recogen sobre esta devoción tiene relación con el capitán Juan de Álzate y Olais, nacido en San Sebastián, quien vino en la segunda mitad del siglo XVII a Santa Fe de Antioquia para dedicarse, como muchos de sus paisanos, a la extracción de minerales. En especial, las salinas cuando el gobernador de Antioquia, Antonio del Pino Villapadierna, le otorgó el “amparó” de una mina de sal en la Quebrada de Honda que el vasco había descubierto en 1685. Para estas fechas Álzate se encontraba radicado en Medellín, lugar donde llegó a ocupar el cargo de primer escribano de la villa entre 1675 y 1692. 
Pese a su avanzada edad, el escribano Álzate, en los primeros años del siglo XVIII, dejó ver su gran devoción a la figura guipuzcoana, cuando le otorgó a su hijo mayor, el capitán Juan Ventura de Álzate y Betancur, la que él llamaba su joya más preciada, que no era otra que el retrato de Nuestra Señora de Aránzazu, traído desde las vascongadas a las montañas antioqueñas.
Juan de Álzate quizás tenga parentesco con otro vasco llamado Domingo de Álzate, quien emigró primero a la región y llegó a ser considerado como el minero más rico que existió en Antioquia entre finales del siglo XVI y principios del XVII. Igualmente podríamos suponer que este fue el integrante de este clan familiar que más tempranamente introdujo del culto a la madre Aránzazu. 
Igualmente lo habrían practicado otros de sus paisanos, sobre todo guipuzcoanos, pues por la misma fecha en que Juan de Álzate se estableció en la provincia, lo había hecho otro linaje vascongado con la figura de Martín de Uribe Echavarría, individuo nacido en la Anteiglesia de Bedoña, Valle Real de Léniz, como lo confirma el genealogista Gabriel Arango Mejía. 
Es posible que Martín de Uribe haya heredado la devoción por la Virgen de Aránzazu de sus padres, según se deduce en la investigación de la genealogista María Emma Escobar Uribe, quien reproduce el testamento de Juan de Uribe, hijo de Francisco de Uribe y de María Pérez de Echavarría, y padre del Martín de Uribe que migró a Antioquia. En este se dice lo siguiente: “Iten mando decir por mi alma y demás encomendados, cien Misas. Las cincuenta de ellas en la parroquia de mi entierro, y las otras cincuenta en el convento de Nuestra Señora de Aránzazu, y se pague la pitanza acostumbrada”.
También se puede observar la devoción por este culto en la carta que Francisco, el hermano de Martín Uribe, le envió y que María Emma Escobar Uribe trascribe diciendo lo siguiente:

Hermano mío. He recibido tu carta con la estimación que debo, holgándome mucho goces la cumplida salud que en ella me insinúas, quedo con ella juntamente con los de casa. Con ésta remito la hidalguía que me pides; la fe de bautismo ya me parece tienes contigo por haberla llevado cuando partiste y también por habértela remitido yo antecedentemente; verás si valgo otra cosa que te pueda servir, que lo haré con el buen celo de hermano. Solo te pido que como a tal me escribas todas las ocasiones de avisos y galeones cuando partas de esa ciudad pues será el mayor consuelo que puedo lograr, así yo como los demás de tus obligaciones, quienes quedamos rogando a Nuestra Madre y Señora de Aranzazu te dé el buen viaje y suceso que deseas. Nuestro Señor te guarde muchos y felices años. Arechavaleta, agosto cuatro de mil y seiscientos ochenta y cuatro. Tu hermano que más te estima y tu salud desea. Francisco de Uribe.

Como observamos muchos de los vascos migrados a la antigua provincia española de Antioquia trajeron consigo sus propias devociones, las cuales con el tiempo se fueron olvidando o cambiando por otras como la de la Virgen de la Candelaria, patrona a la que fue consagrada la villa de Medellín. Faltó el hecho de constitución de una cofradía que recogiera este culto en especifico para que se preservara institucionalmente hasta nuestros días. 
Lo que si causa asombro es que durante el siglo XIX, época en la que la Independencia produjo la ruptura con todos los vínculos peninsulares, los descendientes de vascos como el grupo parental Zuláibar-Ospina-Barrientos, continuaron recordando esta antigua advocación. Esto se observa en uno de los nietos de este clan quien al hablar de sus antepasados expresaba: “la intrepidez de los antiguos marinos vizcaínos y guipuzcoanos, quienes al cabo de la arriesgada navegación iban al santuario de Begoña o al de Nuestra Señora de Aránzazu a manifestar su gratitud a la Santísima Virgen “Estrella de los Mares”. 
Otra conexión con este antiguo culto vasco de sumo interés para el caso del territorio histórico antioqueño esta relacionado con la población que hoy conocemos con el nombre de Aránzazu. Sobre esta se ha dicho de manera oficial que tomó el nombre del ilustre antioqueño Juan de Dios Aránzazu, gobernador y colonizador de tierras en el Sur de la provincia. Aunque esta es la visión más probable sobre su llamativo origen, no está demás mencionar la tesis del Obispo de la Diócesis de Santafé de Antioquia, Antonio Domingo Riaño, inclinado hacia un vinculo de este poblado con el Santuario de Aránzazu o con los descendientes de vascos en la región:

No está lejos de ser verídica la afirmación que el nuevo poblado fuese rebautizado con el nombre de Aranzazu como devoción a la patrona de la naciente parroquia de Nuestra Señora de Aranzazu y en recuerdo a la cima cantábrica donde hay un templo para rendir tributo a la virgen, sitio donde San Ignacio de Loyola velaba sus armas. Muchos de los habitantes del incipiente núcleo llamado «El Sargento» tenían ancestros inmediatos en las provincias vascongadas y trasplantaron lo que era más caro a sus afectos religiosos y para tener la perenne protección de la patrona de sus mayores.


También en esta misma revista se continua con esta aseveración indicando los puntos que a favor que existen sobre los orígenes de Aránzazu, locación bautizada así por la fe hacia la Madre vasca, en detrimento de la idea original que vincula al gobernador Juan de Dios con esta población. 

…en su visita pastoral quien anotó que para vincular el poblado a la advocación de la virgen que era venerada en las provincias vascas, se le había dado así este cognombre al poblado. Es interesante anotar que los terrenos en que se encuentra ubicada la población de Aranzazu no fueron donados por don Juan de Dios ni por sus familiares. Tampoco fue producto de la generosidad de la compañía González y Salazar. Los terrenos fueron cedidos por don Jesús Duque (a Gallinazo) afirmando que «este terreno lo adquirió por compra hecha a la sociedad González y Sala- zar y Cía., titulo hallado por el Presbítero López. Algunos anotan que otros vecinos hicieron también sus donaciones. 

No sabemos cuál de las dos versiones es la correcta o si las dos pueden ser compatibles y no contradecirse la una con la otra, pues sus fundadores quisieron por un lado perpetuar el apellido del político y sus nexos con esta tierra, y por el otro establecer una analogía con el sitio de peregrinación de Guipúzcoa en honor a los ancestros vasco-antioqueños.
Lo cierto, es que el fervor hacia Nuestra Señora de Aránzazu continuó presente en esta región y es practicado por los descendientes de este colectivo que aún la conservan como una de las herencias que los vascos traspasaron a estas montañas. Muestra de ello es la réplica que de esta imagen trajo en 1991 desde las tierras vascas el sacerdote Jaime Galvis Giraldo, para afianzar los vínculos entre el Santuario de Aránzazu y el pequeño municipio cafetero, pero también con la intención de continuar celebrando esta devoción que ha estado muy presente en el pueblo histórico antioqueño.

Autor: Jon Erreka

1 comentario:

Lima Arantzazu Euzko Etxea - Lima Basque Center dijo...

Izan zirelako gara, eta garelako izango dira. Katea ez da eten!