jueves, 29 de agosto de 2013

EN ANTIOQUIA MADRE SE DICE AMÁ Y PADRE TAITA



–Cuando me preguntan: Amá, ¿qué es el almuerzo? Yo contesto: Agua molida con viento raspao y la sobremesa es mirar el atardecer.

La anterior descripción aparece en una obra de las matronas antioqueñas Tola y Maruja que con humor describen en La era Uribe las vicisitudes y percances ocurridos durante el mandato de este presidente nacido en Antioquia.
Amá es la voz con la que en Antioquia nos referimos apaciblemente a nuestras madres, aunque es posible que se trate de un apocope de la palabra mamá, también es posible que haya sido heredada de los ancestros vascos que poblaron Antioquia desde la era colonial hasta principios del siglo XX.
Por su parte también se conserva en Antioquia la palabra taita y aunque se dice que esta es una palabra extendida por toda la América, especialmente, la América indígena –referencias en el quechua, guaraní, ingade, entre otras naciones indígenas que se pueden encontrar en la denominada América Hispánica–. Entre estos pueblos los Embera, Katio y Tule, que habitan en la región de Antioquia, poseen la voz “Taita” en referencia al padre o cabeza de familia. Por ejemplo cerca del Darién es posible encontrar en crónicas de conquista del siglo XVII, descripciones de un sitio llamado el camino de aita cruzado por un río llamado el río taita que fue conocido también por los expedicionarios ibéricos como el río Arquía, y que estaba habitado por indígenas llamados taitaes.
Al otro lado del atlántico encontramos que las palabras euskericas ama y aita, poseen un significado idéntico y una fonética cercana o relacionable con las voces antioqueñas amá y taita. En el antiguo y mágico euskera “ama” por ejemplo es empleada para nombrar a su divinidad principal Ama-Lurra o Madre Tierra, diosa que a su vez es relacionada con Mari, personificación de la naturaleza y deidad superior de la mitología vasca. En ambas culturas, la vasca y antioqueña, es de suma importancia el rol que se ha dado a la madre, lo que permite inferir un traspaso de ciertas características del pueblo del Pirineo al pueblo de los Andes. Al respecto, citando un escrito actual sobre la influencia del pueblo vasco en el antioqueño encontramos lo siguiente:

Es atrayente, de igual manera, pensar que el papel preponderante de la madre o matrona en la familia antioqueña tenga que ver con el similar papel sociocultural que la mujer ha jugado entre los vascos, y que la peculiar importancia de la casa solariega en Antioquia sea una tradición que guarda ecos de la etxe (casa) vascongada, de donde proceden apelativos como Etxeberri (Echeverri) o Goyenetxe (Goyeneche). También los vascos, respecto de su casa, sienten ante todo que forma parte de ellos mismos, antes de considerarla como una propiedad, lo que también admite cierta analogía con el modo de ser antioqueño.

Entre tanto la palabra aita nos trasporta al mito de Aitor, fundador del pueblo vasco según el escritor suletino Agustín Chaho (1811 – 1858) en su obra literaria de 1845 llamada “La leyenda de Aitor”, en la cual se afirma que los siete hijos de Aitor fueron los creadores de las siete provincias de Euskal Herria.
Volviendo a la relación existente entre ambas palabras que hacen referencia a los progenitores –padre y madre– y que como se mencionó poseen un significado y fonética similar en el euskera, tenemos que en Antioquia éstas fueron muy frecuentes en el habla popular de esta región durante el siglo XIX y casi hasta la primera mitad del siglo XX. Una referencia al respecto la tomamos de Estanislao Gómez Barrientos, descendiente por parte materna de la familia vizcaína de los Zulaibar, quien afirmó que a mediados del siglo XIX “A don Francisco le daban sus nietos el tratamiento de «mi Taita», moda heredada de los vascongados y por aquel tiempo todavía muy en uso en Antioquia”. Esta moda que menciona Gómez Barrientos se puede observar de igual forma en el escritor regional Tomás Carrasquilla, quien retrató en su obra literaria el habla, costumbres y sociedad antioqueña decimonónica. En su obra es posible encontrar un trato asiduo de la palabra Taita, por ejemplo en uno de sus personajes apodado “Taita Moereno” y en otros pasajes como el siguiente de su cuento llamado El Prefacio de Francisco Vera.

Mi taita taba ya algo viejo, y no topó con quién golvese a casar. Vivía muy alentao, pero de presto se jué hinchando, hinchando, hasta que se golvió un botijambre, y, después de muchas penalidades, se murió el viejito, sin déjame ni un cuartillo partido por la mitá. Yo quedé con una tía, en la mesma casita de don Roque, onde los toleraban.

Por su parte la palabra amá de uso incluso más frecuenta en épocas actuales, y aunque es una palabra más de la vida domestica es posible también observarla en la literatura, tal es el caso de Orlando Ramírez Casas en su obra Buenos Aires portón de Medellín.  

Se levantó llorando, y sólo atinaba a balbucear Mi amá, mi amá… Mientras el publico aplaudía a rabiar al hombre que ha sido más elocuente con el pincel que con la palabra, y no le ha negado protagonismo a las lagrimas.

Como estas muchas palabras euskericas habrían sido introducidas en Antioquia como lo planteó Gómez Barrientos por vascongados, valga el ejemplo de palabras como coscorria, canilla, entre otras. Muchas de estas fueron usadas en la década del 90 del siglo XIX en los colegios católicos en Antioquia que fueron fundados por religiosos peninsulares, en donde se contaba como insignes maestros a  muchos vascongados. Este traspaso cultural fue de gran importancia ya que una gran porción de los antioqueños fueron educados en aquellas instituciones precedidas por religiosos vascos y navarros, así esta porción de antioqueños que jugaron pelota vasca, practicaron danzas vascas y realizaron otras practicas de la cultura vasca, vivieron además a pleno la cultura vasca, haciéndola parte suya, pues era ya muy conocida la presencia en estas familias de algún abuelo lejano vascongado, fenómeno que se manifestó especialmente en el predominio de apellidos euskericos encontrados por estos religiosos vascongados en la región.
En la segunda mitad del siglo XX cuando los vascos dejaron de migrar a la región antioqueña, y cuando los misioneros religiosos vascos se hicieron viejos, marcharon a otras misiones o retornaron a su patria, estas prácticas culturales traspasadas a la identidad antioqueña y que se reflejaron por ejemplo en el lenguaje comenzaron a desaparecer. Su desaparición definitiva en el caso de los vocablos vascos en el habla antioqueña se debió en gran parte por el transito hacía la modernidad, la apertura de la cultura antioqueña hacia otras culturas y especialmente por la estandarización del castellano que hizo que algunas palabras fueran mal vistas, incorrectas, incultas y arcaicas.

Autor: Jon Ricaurte

1 comentario:

Nomás dijo...

Brilante!!! GRacias por este pedazo de investigación!