domingo, 6 de marzo de 2011

AFECTOS A LA ANTIOQUIA VASCA

A don Miguel de Unamuno, vasco, le gustaban las cosas antioqueñas, las recorría en las narraciones del genio de la lengua paisa, nuestro Cervantes montañero, don Tomás Carrasquilla. Quien cuando viejo pasó sus últimos años en Santo Domingo, un pueblito enclaustrado en una montaña, con sus sendas lupas que tenía por lentes y su boina vasca.  
Los antioqueños sentimos amor por nuestras cosas, incluso nuestro habla apicoalveolar, el seseo y nuestros vocablos del norte de España son característicos de nuestros pueblos, tal y como decía uno de los padres de la antioqueñidad, Gregorio Gutiérrez, que nació en la Ceja, otro pueblo de Antioquia perdido en alguna de nuestras montañas: "Yo no hablo español sino antioqueño".
Los antioqueños nos alimentamos de una cosa americana llamada maíz, que increíblemente cultivamos desde el nivel del mar, hasta por encima de los 2500 mts de altura. De él sacamos las arepas (los vascos la llaman talo o talua), la mazorca, el chócolo, la torta de chócolo, los buñuelos, la mazamorra, en fin... delicias gastronómicas de estas comarcas.
Tenemos nuestra música, heredada del repentismo y de ciertos aires andinos como el Bambuco, Pasillo y Torbellino, muy emparentados con los vascos por ser el bambuco afín al zortziko y por ser la trova paisa repentismo puro símil al bertzolari en el pirineo. Por eso recordamos a un tal Ñito Restrepo, que nació en Concordia, otro pueblito antioqueño secuestrado por las montañas, selvas y ríos.  
Tenemos los antioqueños nuestro filosofo de cabecera Fernando Gonzales Ochoa, muy amante de lo vasco por sus apellidos, hasta fue cónsul de Bilbao. Aquí le decimos el Nietzsche de Envigado, que es otro pueblo enclavado en las montañas andinas de Antioquia, al cual confundían con un paisano de Pio Baroja por su figura y boina vasca.  
Somos gente trabajadora, ello nos viene de los abuelos pues como decía el intelectual Luis López de Mesa, nacido en Donmatías, otro pueblo moldeado por las montañas: “al aislarse en tales desfiladeros, secuestrados del mundo por selvas y lomas abruptas no era aperitivo de pusilánimes”. Sino que lo digan las manos de nuestros abuelos melladas por apretar el hacha, por descuajar la montaña y volverla sembradío para sus sustento.
Por eso el trabajo se volvió un valor de cada antioqueño no por el simple hecho de hacer dinero como nuestros antagonistas nos calumnian, sino, como medio de dominar la abrupta naturaleza y construir bienestar para nuestras familias.
Aún así, la generosidad antioqueña alcanza hasta para ser solidarios con los demás, sino que lo diga la madre Laura Upegi Montoya, vasca por punta y punta, quien abandonó su vida de lujos para dedicarse a los menesteres divinos y a los más pobres.   
La naturaleza ha formado el carácter y modo de ser antioqueño, ello, gracias a nuestra caprichosa geografía, esas montañas, selvas y ríos. Por eso los antioqueños tenemos una relación especial con el agua, con el árbol y con el monte, con todos los animales y bichos que allí habitan.
De igual forma, en el paisaje vasco predominan los valles encajados en montañas, tal y como en Antioquia donde los Andes se alzan majestuosos. Y es que estas montañas no nos las pusieron de adorno, por donde quiera que uno mire se topa con estas peñas, por algo a  Medellín, otro pueblo rodeado de montañas, le dicen la capital de la montaña y al antioqueño para ofenderlo le dicen montañero, pero que orgullo nos produce esa palabra.  
Estas abruptas montañas, impenetrables selvas y ríos han obstaculizado nuestro horizonte y nublado nuestra visión del exterior, quizás por eso es que todavía hay gente que cree que Antioquia es lo mejor que se ha hecho en toda la civilización.  
Por último, quisiera contarles lo que significa para nosotros la palabra "libertad", el poema del Loco Epifanio, que nació Yarumal, otro pueblo arrebatado de la civilización por una pila de montañas, su grito de libertad a modo del “irrintzi” vasco, fue tomado como himno de Antioquia por representar nuestro clamor de libertad, tal y como se hizo en los fueros de Vizcaya. Y es que no puede haber palabra más bella y noble que Libertad y no puede haber un amor más honroso que a Dios, a la familia y al terruño que nos vio brotar.