En Antioquia es
muy común encontrar en las letras de sus más conspicuos y modestos escritores, referencias,
menciones y relaciones a la presencia vasca en la región. En esencia hablan de
nobles e hidalgos vascongados venidos a estas tierras como pobladores, colonizadores
y fundadores de pueblos. Aventureros que migrados en estos parajes para
dedicarse a las actividades comerciales y empresariales, pero también a la
agricultura, la minería, la arriería y todas aquellas labores que requerían un trabajo
esforzado, fundamental para habitar estos agrestes montes, selvas y valles
andinos. Luis López de Mesa diría al respecto que aquellos que osaran adentrarse
en estas “selvas y lomas abruptas” eran gentes valientes, rudas, testarudas y
laboriosas pues el medio físico antioqueño “no era aperitivo de pusilánimes”,
ni de especuladores, ni mucho menos holgazanes.
Muchos autores
antioqueños y extranjeros consideraron que el medio físico moldeó el carácter de
los antioqueños haciéndolos fuertes y hábiles para enfrentar las adversidades. De
ahí que se ha señalado en la preponderancia del pueblo antioqueño la mezcla del
indígena catio y el vasco peninsular, ambos a su modo habitantes de montaña
defensores de su autonomía y de su cultura ancestral.
Esta descripción
idílica de los antioqueños ha sido empleada en la literatura regional de una
manera asidua, y aunque no es nuestro propósito ahondar en los orígenes de esta
especie de mito fundacional de la antioqueñidad, ni mucho menos identificar sus
verdades o falencias, si es de nuestro interés mostrar como este discurso nos
ha acompañado en los 200 años de independencia, junto a los ya 500 años de
existencia como pueblo histórico producto de la hibridación entre peninsulares
y nativos americanos.
En esta ocasión visitamos
el blog “un arriero cantinflesco” de Santiago Henao, un poeta aficionado que se
describe así mismo como “un antioqueño loco, desquiciado y con ataques esquizofrénicos
de poeta” que además tiene “aires de valiente independentista y delirios de
ganador del nobel”.
En su obra nos
llama la atención la mención del elemento vasco y lo tomamos como categoría de análisis
para indicar la importancia que este pueblo del pirineo ha tenido en su similar
andino.
Para empezar si
nos acercamos al poema titulado Mi
Orquídea observamos la siguiente mención a lo vasco.
Esa orquídea paisano
Para explicar su belleza me quedo escaso
Tiene ese embrujo Emberá y africano
Con el hechizo del antiguo vasco
La orquídea como
flor mágica característica de Antioquia recibe atribuciones en el poema con elementos
místicos que no hayan explicación ni siquiera en la conjunción de tres
continentes.
Continuando la búsqueda
por el blog encontramos en la poesía Sus
Besos Son Mi Revolución la siguiente descripción que hace mención a lo
vasco.
No me mire así compañero
Déjeme le explico lo que paso en el peñasco
Imagínese que me robo el corazón
Una princesa de una sonrisa de vascos
En esta confesión
entre dos camarada uno de ellos comenta que la revolución languidece ante la
cautivadora sonrisa de una mujer de sonrisa vasca. Una obra más llamada Fe de Erratas relaciona esta poesía con
otra más, dando a entender la intención de ocultar lo que es prohibido, ya que
nada puede ser más importante que la propia revolución; por ello el poeta
enamorado disfraza sus palabras para ocultar lo sucedido en aquel peñasco.
En la línea “Princesa con sonrisa de vascos”
Léase “Joven de los sentimientos escasos”
Dejando así a ese comandante
Como si nada hubiese sucedido en el peñasco
En otro titulado
Poema De Luna también emplea la mención
del vocablo vasco; a estas alturas encontramos que dicha mención no es casual
como parecería a simple vista. Esto es una confirmación de que para el autor es
relevante emplear en su obra la mención de la relación vasco-antioqueña.
Luna vasca y andaluza
Que en las alturas fulguras
Dame tu luz como escudo
Y tus estrellas como armadura
En su poema A La República De Antioquia se encuentra
de nuevo la mención a los ancestros vascos en una relación a una Antioquia de
antaño elaborada por un lugareño que pide se le comunique con los arrieros y
demás personajes representativos de la cultura paisa, mestiza y cafetera.
Cuénteles que los espero en los cafetales con mis
amigos africanos
Coménteles que me encuentro durmiendo en el cerro
tuza
No se le olvide decirles que me fui con mi mujer
indígena
Y que me traje a mis padres vascos, en una mula
andaluza
Con estas
pequeñas alegorías las letras regionales antioqueñas parecen despertar de un
letargo casi centenario, con todas sus características, sus mitos, rituales y símbolos.
Por ejemplo pervive en ellas aquel elemento vasco que nunca fue ajeno en la
literatura antioqueña. Este ímpetu por resistir al ostracismo al que las condenamos,
es una clara muestra de su negativa a desaparecer, de su obstrucción al camino
apisonador de la masificación. Su afán de perseverancia indica su intención de cultivar
creencias, mitos, símbolos y ritos de los ancestros; apropiarse y apostarle a
una descripción que se unta de pueblo, saturada de folclor, atestada de
costumbres y tradición.
Sin duda se
trata de una realidad que molesta a la estandarización de la cultura pues impide
los puentes de sincretismo con las culturas hegemónicas. Sin embargo estos
discursos regionales continúan allí como arquetipos dormidos que de vez en
cuando despiertan para incomodar a los aglutinadores, unificadores, simplificadores
y masificadores de culturas menores.
Autor: Jon
Ricaurte
1 comentario:
Un honor inmenso, gracias infinitas por la publicación y la buena critica, es bastante enriquecedor sentirse tan bien apreciado en su obra poética. Saludos para Jon y para todos
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